Pidiendo en el metro

img_20150724_211153_bis

«Es triste pedir aunque más triste es sufrir esta situación.

Nos da pudor tener que pedir pero no queda otra. No necesito trabajo, ni dinero, ni asistencia especial. Solo pido civismo y educación.

Cada día viajo en transporte público porteando a mi hijo de dos años.

Estoy harta de empujones por pasillos o para entrar antes en el vagón. Estoy harta de ver cómo se sube toda la gente en el ascensor de la estación mientras yo tengo que esperar al siguiente. Estoy harta de mirar fijamente para ver si alguien cede un asiento. Estoy harta de que, si un día no porteamos y vamos con la silla, nadie me ayude a subir las escaleras. Estoy harta de que me digan que la silla molesta. Estoy harta de malas caras cuando nos ven sentados en asientos preferentes. Estoy harta de que me digan que mi hijo se puede sentar en la silla para bebés del autobús.

Aunque ahora pido para nosotros, hablo en nombre de todas las personas que tienen alguna necesidad física, o embarazo, o llevan un niño pequeño.

Porque un frenazo brusco del metro o del autobús, puede suponer una caída y un fuerte golpe, aún más grave para un niño pequeño. Pero eso no se ve. O no se quiere ver. Porque es más cómodo ir sentado mirando hacia un libro, teléfono, tablet o cerrar los ojos. A mí ese «ojos que no ven, no se dan por enterados» no me sirve.

Hoy es nuestro caso pero mañana puede ser el de cualquiera de los que no quieren ver y ceder. Y entonces pedirán, con todo el derecho, un asiento. Y nosotros, si podemos, lo cederemos.»

No dudéis en pedir vuestro asiento. No es cuestión de comodidad, es un tema de seguridad. Ya estéis embarazadas, con un bebé, con un niño pequeño, con una escayola… pedidlo sin vergüenza. Porque la vergüenza tiene que estar en el otro, no en el que necesita.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *